Durante varios años, la muñeca fue el ‘personaje de calle’ de la actriz, quien la ponía a interactuar con espectadores de todas partes del mundo, cantando y bailando en plazas, parques y escuelas… Pero, secretamente, la muñeca tenía una vida propia. Permaneció luego durante varios años guardada en el desván, en su pequeña casa de muñecas. Era allí donde se sentía más feliz, contaba sus historias una y otra vez, ordenaba la casa y preparaba el té, una y otra vez. A la actriz, después de 10 años de viajes, traslados, aprendizajes y cicatrices, le llegó el momento de regresar a casa. Volver a la casa de su abuela: aquel lugar que contenía los recuerdos de un tiempo de inocencia (¿y cuál es, si no esa, la verdadera función de una casa?).
Pero mi abuela había muerto recientemente y la casa sufría un proceso de transformación ineludible, irrefrenable. En mis manos veía desmoronarse mi pasado y todos esos rincones que me contenían y ayudaban a que el desarraigo fuera una experiencia menos aterradora. Entre las ruinas comencé a trabajar en el salón de la casa, ahora vacío, pero aún cargado de recuerdos. Fue en ese salón, con la mirada puesta hacia el árbol de feijobas (que, desde tiempos antiguos, alimentaba los placeres y los dolores de mi familia) donde vino el momento del encuentro. Ana, por fin una directora, una atenta mirada, que le construyera una casa más sólida a esta muñeca rota. Y así comenzó el proceso vertiginoso en el que años de incubación toman forma en unas semanas. Fue en ese salón que vino a mí una antigua figura, una vieja. ¿Mi abuela? ¿Una parca? ¿Yo misma con 70 años? Y fue así como encontramos el tiempo del recuerdo en medio de piedras, cenizas y ausencias. Fue así como llegaron los testimonios de las guerras, los lobos que están al acecho… y fue así como llegaron las palabras de Arístides: “mamá, me estoy borrando”…
Bogotá, 2017 La actriz plancha vestiditos de muñecas, escucha To build a home de Cinematic Orquestra, ha encontrado un nuevo ritual. Una forma de volver a casa, aun desde las ruinas del tiempo. La casa de la inocencia nunca volverá a ser la misma, pero el teatro es un lugar en donde se pueden transformar piedras en ovejas. Sofia Monsalve Bogotá, Agosto 2017
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